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"En la conciencia pública no está arraigada la responsabilidad por
Auschwitz. Cada uno se siente responsable por Schiller, por Goethe
y por Beethoven, pero ninguno por Himmler."(Ignatz Bubis, Ex-Presidente del Consejo Central de los Judíos en
Alemania, fallecido en agosto de este año)En Weimar, declarada este año la capital cultural de Europa, fue destruido,
el 28 de julio, un monumento para las víctimas del campo de concentración
nazi ubicado en esta ciudad. Cada mes, están llegando a instituciones judías
cientos de cartas y llamadas telefónicas de claro contenido antisemita.
Personalidades judías reciben amenazas de muerte. Cada semana son profanados
17 cementerios, y pintadas como "No son suficientes los judíos muertos.
Queremos más!" son trivializadas por la policía y las autoridades estatales.
Esta es la realidad alemana. Un 30% de la población del país está
caracterizada por un antisemitismo latente, un 15% se declara abiertamente
antisemita, 63% se declara a favor de un punto final a la historia y "ya no
hablar tanto sobre la persecución de los judíos".Y esto también es "normalidad" alemana: El 11 de julio en München, un
refugiado de 25 años proveniente de Etiopía, cuya solicitud de asilo
político había sido rechazada por parte de las autoridades alemanas se
suicidó por hallarse en una situación sin salida. A finales de aquel mes,
una joven madre vietnamita y sus dos hijos murieron en un incendio de una
residencia para refugiados en Bad Kreuznach – según la policía, no se pudo
aclarar la causa exacta del incendio.En Brandemburgo casi diariamente se registran abusos, ataques personales,
daños materiales o eventos propagandísticos nazi. A comienzos de Septiembre,
el partido nazi DVU (Deutsche Volksunion) entró en el parlamento de este
país federal. El desarrollo de los acontecimientos de la parte oriental de
la R.F.A. es difícil de esconder – incluso la revista estadounidense Time
Magazine informó sobre las "zonas nacionales liberadas" (áreas vedadas para
migrantes y gente de izquierda); el riesgo que corre la vida de los
migrantes en esta región; y por qué se necesitaría el despliegue de tropas
de la OTAN para evitar limpiezas étnicas.El 13 de febrero, el refugiado argelino Omar Ben Noui fue acosado y
maltratado, hasta que murió, por varios alemanes en el pueblo de Guben
(Brandemburgo); sin embargo, las autoridades alemanas no investigan por
delito de asesinato y la opinión pública responsabiliza a los migrantes
mismos por el crimen. Después de cada uno de estos ataques, los políticos de
los partidos gobernantes se sienten cada vez inclinados a mostrar su
consternación y aflicción. No olvidan subrayar que la violencia racista daña
a la reputación de Alemania en el extranjero – ¿extremismo de derechas como
actitud nociva para la competitividad internacional de la propia economía?
Este nacionalismo oportunista muestra claramente que la balanza política
general del país se ha inclinado hacia la derecha.Las consignas y demandas racistas, xenófobas y antisemitas, proclamadas por
los partidos nazi y agrupaciones nacional-socialistas y llevadas a las
calles por miles de alemanes a comienzos de los años 90 – lo cual culminó
tristemente en los pogromos de Hoyerwerda, Rostock, Moelln y Solingen – han
sido interiorizadas directa o indirectamente por los partidos políticos para
no perder votos en las elecciones. Desde entonces, el "Nuevo Centro" está
caracterizado: por el racismo estatal (Europa Fortaleza; deportaciones,
represión y criminalización de refugiado/as y migrantes), por una cultura
juvenil derechista cada vez más predominante ("zonas nacionales liberadas",
hegemonía en escuelas y centros de juventud) y por un consenso racista y
nacionalista amplio (más de un 50% de la población se autodenomina racista).
Durante los últimos meses, este consenso encontró su expresión política
inmediata en los resultados de las elecciones para algunos parlamentos de
los länder. La coalición SPD/Los Verdes, en el gobierno desde el Septiembre
de 1.998, registró fuertes pérdidas. Los partidos conservadores (CDU/CSU),
sin embargo, recogieron, entre febrero y mayo de este año, más de 5 millones
de firmas en contra del proyecto de reforma de la Ley de Ciudadanía,
presentado por el gobierno rojo-verde, y ganaron votos en las urnas.
Claramente se perfila la responsabilidad de los "incendiarios ideológicos"
en los parlamentos para tantos asesinatos racistas. Lo que hacen los nazis
desde los pogromos racistas del comienzo de los 90 es nada más que poner en
práctica las opiniones de la mayoría de la sociedad alemana. No se trata –
como se repite falsamente hasta la saciedad – de "jóvenes mal guiados" sino
de bandas organizadas con unas metas claramente definidas. Ésto nos muestra
lo que atacó Ignaz Bubis toda su vida: el crecimiento cualitativo de
crímenes con motivación racista y antisemita como consecuencia de la
atmósfera intelectual correspondiente, en una Alemania donde convicciones
nacionalistas ganan cada vez más terreno.Esta "normalidad" alemana incluye a sus propios medios de comunicación, en
los que casi ya no se informa sobre los ataques racistas; los pocos
reportajes sobre las actividades de los nazis renuncian intencionadamente a
un análisis integral y exhaustivo del problema. El Estado hace lo que puede
– desde informes policiales incorrectos hasta actividades "multiculturales"
compensatorias – para presentar la realidad con una máscara falsa: "no
existe ningún problema con el radicalismo de derechas". Por otro lado, las
mismas instancias estatales obstaculizan o criminalizan con muchas medidas
el trabajo antifascista y antirracista independiente."La sociedad alemana no tiene ningún interés en combatir el racismo. (...)
Por ello hay que imponerle este interés. Un interés en cambiar la situación
sólo surge cuando la sociedad siente las consecuencias materiales del
racismo. (...) Por ello, llamamos a un boicot internacional a Berlin y
Brandemburgo." Así concluye la Acción Antifascista Berlin (AAB) en la
introducción de su dossier sobre las limpiezas étnicas en Berlin y
Brandemburgo.Queda fuera de toda duda que el racismo y el fascismo están creciendo en
toda Europa, pero Alemania sigue siendo un lugar especialmente violento y
peligroso, y eso no solamente desde una perspectiva histórica. Debido a
informaciones incorrectas sobre la realidad alemana en los medios y en la
opinión pública de otros países, la comunicación directa entre los
colectivos antifascistas es de suma importancia. Para ello puede servir la
gira de la AAB por varias ciudades del estado español, en el que, sobre todo
en los últimos 6 meses, han ido creciendo tanto el racismo estatal como los
ataques nazi. Sin embargo, salvo pocas excepciones, ha faltado hasta ahora
una firme reacción antifascista. Para el próximo "20 de Noviembre", los
círculos nazi del Estado ya han anunciado una presencia reforzada. Para
responder adecuadamente a esta ofensiva, hace falta una coordinación intensa
entre las regiones. La gira de la AAB, aparte de contribuir a un intercambio
sobre los conceptos del trabajo antifascista, podría ayudar en este sentido.
Una colaboración internacional de movimientos antirracistas y antifascistas
es una necesidad concreta que habrá que construir paso a paso.
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